La idea del eterno retorno es misteriosa y con ella Nietzsche dejó perplejos a los demás filósofos: ¡pensar que alguna vez haya de repetirse todo tal como lo hemos vivido ya, y que incluso esa repetición haya de repetirse hasta el infinito! ¿Qué quiere decir ese mito demencial?
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Si
la Revolución francesa tuviera que repetirse eternamente, la
historiografía francesa estaría menos orgullosa de Robespierre.
Pero dado que habla de algo que ya no volverá a ocurrir, los años
sangrientos se convierten en meras palabras, en teorías, en
discusiones, se vuelven más ligeros que una pluma, no dan miedo.
Hay una diferencia infinita entre el Robespierre que apareció sólo
una vez en la historia y un Robespierre que volviera eternamente a
cortarle la cabeza a los franceses.
Digamos,
por tanto, que la idea del eterno retorno significa cierta
perspectiva desde la cual las cosas aparecen de un modo distinto a
como las conocemos: aparecen sin la circunstancia atenuante de su
fugacidad. Esta circunstancia atenuante es la que nos impide
pronunciar condena alguna. ¿Cómo es posible condenar algo fugaz?
El crepúsculo de la desaparición lo baña todo con la magia de
la nostalgia; todo, incluida la guillotina.
(Milan Kundera, La Insoportable Levedad del Ser)
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Estos
son algunos fragmentos del comienzo de la novela de Kundera. En ella
también se recoge la idea de la felicidad como el anhelo por la
repetición: “El tiempo humano no da vueltas
en redondo, sino que sigue una trayectoria recta. Ese es el motivo
por el cual el hombre no puede ser feliz, porque
la felicidad es el deseo de
repetir”.
Pero,
¿qué sería el mero deseo de la repetición por sí solo sin la
certeza de la fugacidad? ¿Tenemos pleno conocimiento de las cosas
sin dudar de ellas como formuló Descartes? De lo que no cabe duda
-incluida la cartesiana- es de que vivir exige preguntas. Si el
tiempo humano fuese “redondo” no habría lugar para lo efímero,
por tanto, no quedaría espacio a la improvisación o al cambio. Por
otra parte, si el camino es recto, sus rumbos son infinitos y
posibles. Este año que termina no volverá jamás, no podemos hacer
que regrese. Eso es un hecho objetivo y empírico. Lo que sí podemos
hacer es guardarlo en la memoria, sobre todo los momentos más
felices y agradables que se nos hayan brindado porque si algún poder
misterioso tiene la memoria es la capacidad de convertir el recuerdo
de lo vivido en algo incluso más bonito que las cosas mismas. Habrá
muchas cosas de este año que acaba que querremos repetir y otras que no.
Se trata de hacer balance, es sencillo. Al final es casi una cuestión
de instinto. Parafraseando a Kundera, recuerden que en un mundo
basado esencialmente en la inexistencia del retorno todo está
perdonado de antemano y, por tanto, todo cínicamente permitido.
Despidan
este año como si nunca volviera.
Cuando me haces pasármelo
tan bien, a veces pienso:
si me muriera ahora
habría sido feliz
hasta el final.
Cuando tú seas vieja
y me recuerdes
piénsame como hoy
y tendrás un amor
que siga siendo joven.
(Bertolt Brecht)