domingo, 30 de diciembre de 2012

El anhelo de la repetición

         
La idea del eterno retorno es misteriosa y con ella Nietzsche dejó perplejos a los demás filósofos: ¡pensar que alguna vez haya de repetirse todo tal como lo hemos vivido ya, y que incluso esa repetición haya de repetirse hasta el infinito! ¿Qué quiere decir ese mito demencial?
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Si la Revolución francesa tuviera que repetirse eternamente, la historiografía francesa estaría menos orgullosa de Robespierre. Pero dado que habla de algo que ya no volverá a ocurrir, los años sangrientos se convierten en meras palabras, en teorías, en discusiones, se vuelven más ligeros que una pluma, no dan miedo. Hay una diferencia infinita entre el Robespierre que apareció sólo una vez en la historia y un Robespierre que volviera eternamente a cortarle la cabeza a los franceses.
Digamos, por tanto, que la idea del eterno retorno significa cierta perspectiva desde la cual las cosas aparecen de un modo distinto a como las conocemos: aparecen sin la circunstancia atenuante de su fugacidad. Esta circunstancia atenuante es la que nos impide pronunciar condena alguna. ¿Cómo es posible condenar algo fugaz? El crepúsculo de la desaparición lo baña todo con la magia de la nostalgia; todo, incluida la guillotina.


(Milan Kundera, La Insoportable Levedad del Ser)

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Estos son algunos fragmentos del comienzo de la novela de Kundera. En ella también se recoge la idea de la felicidad como el anhelo por la repetición: “El tiempo humano no da vueltas en redondo, sino que sigue una trayectoria recta. Ese es el motivo por el cual el hombre no puede ser feliz, porque la felicidad es el deseo de repetir”.

Pero, ¿qué sería el mero deseo de la repetición por sí solo sin la certeza de la fugacidad? ¿Tenemos pleno conocimiento de las cosas sin dudar de ellas como formuló Descartes? De lo que no cabe duda -incluida la cartesiana- es de que vivir exige preguntas. Si el tiempo humano fuese “redondo” no habría lugar para lo efímero, por tanto, no quedaría espacio a la improvisación o al cambio. Por otra parte, si el camino es recto, sus rumbos son infinitos y posibles. Este año que termina no volverá jamás, no podemos hacer que regrese. Eso es un hecho objetivo y empírico. Lo que sí podemos hacer es guardarlo en la memoria, sobre todo los momentos más felices y agradables que se nos hayan brindado porque si algún poder misterioso tiene la memoria es la capacidad de convertir el recuerdo de lo vivido en algo incluso más bonito que las cosas mismas. Habrá muchas cosas de este año que acaba que querremos repetir y otras que no. Se trata de hacer balance, es sencillo. Al final es casi una cuestión de instinto. Parafraseando a Kundera, recuerden que en un mundo basado esencialmente en la inexistencia del retorno todo está perdonado de antemano y, por tanto, todo cínicamente permitido.

Despidan este año como si nunca volviera.


Cuando me haces pasármelo 
tan bien, a veces pienso:
si me muriera ahora
habría sido feliz
hasta el final.

Cuando tú seas vieja
y me recuerdes
piénsame como hoy
y tendrás un amor
que siga siendo joven.

(Bertolt Brecht)


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