El frío cala nuestros
huesos avisándonos de que el invierno no perdona y empujándonos al
amparo de los abrazos. También Jesucristo debió sentir el mismo
frío aunque los estudiosos de la Biblia ni siquiera crean que haya
nacido en diciembre ni que hubiese mulas o bueyes en aquella posada.
Ni San Mateo ni San Lucas hablan de toda esa parafernalia que la
tradición ha impuesto. Hace una semana el Papa era trending topic
por haber escrito lo que hace siglos está sembrado en tinta. Noviembre se
agota hoy y Gaza sigue siendo una herida abierta en la faz del
planeta, Palestina sangra a manos de sionistas judíos que en nombre
de la religión profanan la libertad; la misma religión a la que
pertenecía el hijo de un Dios. Jerusalén amurallada contempla la
barbarie y un Nobel de la Paz, primer presidente afroamericano de los
Estados Unidos de América, no reconoce el Estado de Palestina como
miembro observador de las Naciones Unidas. Hamlet se sumerge en la duda de las
palabras a las que al final vencerá el silencio: “the rest is
silence”. Segismundo, en su torre, contempla el gran teatro del
mundo (1) en el que toda
la vida es sueño. Yo, mientras tanto, me sacudo las verdades que saltan desde las miradas de los demás. Y sigo soñando.
¿Qué
es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una
sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la
vida es sueño,
y los sueños, sueños son.
(Pedro
Calderón de la Barca,
La vida es sueño, 1635)
(1) Pedro Calderón de la Barca, El gran teatro del mundo, 1655
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