Los dioses habían condenado a Sísifo a empujar sin cesar una roca hasta la cima de una montaña, desde donde la piedra volvería a caer por su propio peso. Habían pensado con algún fundamento que no hay castigo más terrible que el trabajo inútil y sin esperanza. (Albert Camus)
A menudo, Sísifo abandona la roca en la cima. Ha aprendido que la vida debe estar en otra parte y es en ese otro lugar, lejos de la empinada montaña y del mundanal ruido, donde se desprende de sus prendas, lava sus manos, descansa sus miembros y olvida la sempiterna lucha del hombre. Después, como cada día, volverá al cotidiano reto que entraña la piedra -dura, pesada, tosca- pero necesario. Sísifo no olvida que la derrota es no intentarlo, por eso pone verdadero empeño en su cometido. El hallazgo más valioso no es llegar a la cima sino saber abandonar la roca en el momento adecuado, saber perder y saber ganar.
Y salir a buscar la vida, que no espera a nadie.
Y salir a buscar la vida, que no espera a nadie.
"Crecer es aprender que para regresar y para casi todo es tarde (...) Pero quién diablos quiere regresar si lo que cuenta es aprender que no está perdido aquello que no fue".
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