miércoles, 21 de noviembre de 2012

De amor, matrimonio y familia



Anoche pusieron una película en La 2 que no pude ver porque llegó una visita. Sin embargo, cuando esta visita se fue enganché con el coloquio habitual de Versión Española conducido por Cayetana Guillén Cuervo y me enganchó. De hecho, hoy me he pasado la tarde leyendo a Proudhon. Dicho coloquio contaba con la escritora Clara Sánchez y un psicólogo, Rafael Manrique, experto en terapias de pareja y Doctor en la Universidad de Cantabria. Las reflexiones que hacía éste último me parecieron interesantísimas. Una de ellas era que a sus clientes siempre les decía que debían buscar una pareja para casarse que resultase ser un o una buena ex porque iba a ser inevitable que terminasen de otra manera. Decía que nos enamoramos en momentos determinados de nuestras vidas en las que nuestros gustos e inquietudes coinciden con las de la otra persona pero que inevitablemente e inherente a la condición humana y psicológica de las personas, con el paso del tiempo cada persona cambia y descubre nuevos intereses o simplemente sus gustos comienzan a diferir de los del otro. Sobre el matrimonio decía que era una especie de contrato y de renuncia del amor a largo plazo basado en un objetivo enfocado en la procreación y la herencia o el legado (en especial de las clases burguesas) y que tener una familia consiste en eso, en la renuncia de estar enamorado, del amor apasionado. La película, Mujeres en el Parque (Felipe Vega, 2006) a su vez desmontaba los mitos del amor basado en la confianza y transparencia, en contarle todo al otro que nos vende el cine americano y describía relaciones de pareja "más reales" en las que cada uno tiene sus escondrijos, sus secretos, cosas que no cuenta a nadie. Se citaban además otras películas del drama amoroso como Casablanca (Michael Curtiz, 1942), Breve encuentro (David Lean, 1945) o Los puentes de Madison (Clint Eastwood, 1995) que tienen en común esa renuncia de la que Manrique hablaba; todos sus personajes viven amores apasionados y todos ellos renuncian a ellos por el qué dirán, por el matrimonio, por la familia, la estabilidad y todas esas cosas sacrosantas que nos ha vendido la encorsetada ideología cristiana y en especial el cine americano por tradición. Por supuesto, para Manrique esto era una equivocación. Me parece acertado recordar el leitmotiv de la película de Lean, las citas de los amantes se dan en una estación de tren, lo que incide en la popular idea de los trenes que pasan y de las oportunidades perdidas. Eastwood por su parte pone en boca de Robert Kincaid estas palabras con un juego de sombras en la escena brutal: "Solo lo diré una vez, no lo había dicho nunca antes, pero esta clase de certeza se presenta solo una vez en la vida". La conclusión de todo esto es que la familia es incompatible con estar enamorado. Hay que elegir entre una cosa o la otra y, si eliges el estar enamorado, saber que no tiene por qué ser para siempre, es más, es probable que no lo sea. Recuerdo un poema de García Montero que leí hace tiempo, donde citaba unos versos de otro poeta catalán, Joan Margarit:

"Trirt el qui mai no ha perdut per amor una casa"

García Montero escribe lo siguiente:

"Nada sabe de amor quien no ha perdido
por amor una casa, una hija tal vez
y más de medio sueldo,
empeñado en el arte de ser feliz y justo,
al otro lado de tu voz,
al sur de las fronteras telefónicas".



Recomiendo un ensayo del sociólogo francés Pierre Joseph Proudhon, controvertido y polémico pero del que se puede sacar mucho jugo, Amor y Matrimonio. Hemos elegido esta definición que da del amor el autor francés: 

"El amor es un movimiento de los sentidos y del alma, que tiene su principio en el celo, fatalidad orgánica y repugnante, pero que, transfigurado en seguida por el idealismo del espíritu, se impone a la imaginación y al corazón como el mayor y el único bien de la vida; un bien, sin el cual la vida sólo aparece como una larga muerte". 


Por cierto, el poema de Luis García Montero se titula Merece la Pena.


2 comentarios:

  1. No comprendo cómo Proudhon distingue entre lo que las cosas son , lo orgánico, y lo que nos parecen, el idealismo de espíritu. Acaso lo real no está más allá de ambos y el amor, como cualquier otra cosa, no es la combinación de ambas perspectivas?. De ser así la falsa dicotomía de la cita no aclararía nada. Sería la banalidad de que el amor es una suma de corporeidad y espíritu. No sé dónde reside la profundidad o perspicacia de sus palabras

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  2. Por otra parte, creo que a lo largo del post se desliza la confusión entre amor y enamoramiento, La novelería y peliculería al uso habla de lo primero generalmente, aunque con las ganas burguesas y cristianas de que desemboque en lo segundo, mezclándolos con la turbulencia de lo que desearíamos.

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